TV mexicana: entre servilismo y familiaridad resbaladiza
Hay malas costumbres mexicanas que revelan historias ocultas. He aquí una: políticos que hablan de tú a sus entrevistadores de TV o radio y, en los últimos años, entrevistadores que hacen lo mismo hacia los políticos, siempre que no se trate del presidente, obviamente. La sacralidad tiene sus leyes. Una historia antigua: por años incluso políticos de medio pelo hablaban de tú a Jacobo Zabludovsky que respondía con un obsequioso Ud a pesar de la diferencia de edad con su interlocutor y de ser una institución vetusta en tanto que vocero oficioso del régimen político. No se requería Roland Barthes para entender. El mensaje era explícito, tan explícito que era incluso trivial: tu trabajo de “periodista” (generosamente retribuido) depende de mi buena voluntad como político y de tu graciosa sujeción. Y así el tú del político al “periodista” expresaba un acto confiado de dominio silencioso hacia el cortesano profesional capaz de ocultar noticias engorrosas o emperifollar aquellas que tuvieron alguna espina difícil de tragar por el gobierno. Frente a ese rito cotidiano de simulación institucional, la nausea no eliminaba la pena de ver cada noche Zabludovski (y otros que no merecen la pena de mencionarse) postrarse frente a políticos cuyo deber profesional era cuestionar. Pero esa era la norma: usos y costumbres revolucionarios.
No diré que las cosas no hayan cambiado en alguna medida en los últimos años, pero han cambiado (cuando eso ha ocurrido) en una forma resbaladiza para la salud de la información. Ahora ocurre a menudo que los locutores hablen de tú a los políticos y hombres de gobierno, lo que genera un efecto de familiaridad que, para decir lo menos, está fuera de lugar. Si el periodista y el político son “cuates”, ¿quién puede creer que el primero cumpla su deber de poner el político en aprietos para obtener de él la verdad o alguna parte de ella. Hemos pasado de un salón cortesano a un convivio donde los roles se confunden y todos somos amigos del alma. Pero, a final de cuentas, ¿a quién le importa la verdad?
Publicado en Pros y contras