La pesadumbre entre las fanfarrias y un 2023 de miedo

6 enero, 2023

Sin demasiada pena siento malograr, aunque sólo de un pelín, el regocijo, las comilonas y las tonadas empalagosas de aquella ínfima parte de humanidad que espera del año nuevo la confirmación de sus viejos privilegios. Para ellos y para aquellos que viven al frío en la calle sin entender qué haya que festejar en estos días, lo que tenga yo que decir equivale a una plena y absoluta irrelevancia. Así que escribiré para mí mismo y, de ser posible y en la medida en que lo sea, para estropear una pizca del alborozo estacional de aquellos que hacen de la marrullería patriotera su forma de estar en el mundo y -locura de los tiempos- de gobernar.

Acaba de salir el Balance Preliminar de la Economía Latinoamericana que la CEPAL publica todos los años en estas fechas. No haré, suponiendo que pudiera, sesudas reflexiones sobre los datos económicos de esta publicación y me limitaré a reportar la información estadística y las previsiones ahí contenidas con un mínimo añadido de comentarios, para documentar, como decía el vate, nuestro optimismo.

Comencemos con el escenario general. Desde hace más de medio siglo nunca había ocurrido que un número tan grande de países incrementara como ahora sus tasas de interés para contrastar la inflación subyacente. Nos enfrentamos así a una generalizada política monetarias restrictiva que encarecerá el endeudamiento externo y las inversiones internas con un inevitable efecto de contracción económica. En Estados Unidos se estima que en 2022 el crecimiento fue de 1.9% para caer a 0.7% en 2023. En la zona euro el crecimiento pasará de 3.2% en 2022 a 0.3% este año que acaba de iniciar. Por su parte, China registrará en 2023 una de las menores tasas de crecimiento de las últimas cuatro décadas.

A pesar de que en América Latina, muchos de nuestros gobernantes se sientan en la cabeza de una ínsula Barataria encerrada en sí misma, sufriremos los influjos externos junto con las consecuencias de políticas internas variamente descaminadas. Resultado: reducción de las exportaciones, volatilidad cambiaria y aumento del costo del dinero. Para la CEPAL, si en el conjunto de la zona latinoamericana la tasa de crecimiento fue de 3.7% en 2022 caerá a 1.3% en 2023. Con lo cual es fácil prever menores inversiones y menor gasto público, contracción de la demanda de trabajo y ampliación del área de la pobreza y de la informalidad. Dícese: llover sobre mojado.

Sin embargo, es en México donde se espera lo peor. Para 2023 el monto de nuestro Producto Interno Bruto se estima que será igual al alcanzado en 2019. Cinco años perdidos entre bombos y platillos que en estos años nos han mareados con éxitos imaginarios. Mientras CONEVAL nos informa que la pobreza aumenta a pesar del efluvio del dadivoso clientelismo institucional, la economía simplemente ni ha crecido ni crecerá en el futuro cercano. Y sin embargo el gobierno muestra la misma auto celebración como si creciéramos explosivamente. Una de dos: o la realidad miente o alguien nos está engañando.

El país retrocede y el rústico keynesianismo de nuestras autoridades simplemente no ha funcionado. Pero la testaruda infalibilidad del conductor no se cuestiona y negar los éxitos inexistentes equivale a traicionar la patria.

Pero veamos con más detalle los datos de la CEPAL que nos atañen. Si nos limitamos al periodo 2019-2022 el PIB per cápita (la riqueza producida por cada mexicano en el periodo) cayó en 1.2% frente a un promedio latinoamericano que mantuvo este dato en cero. A América Latina le fue mal. A nosotros, peor. Nuestro infortunio es exclusivamente nuestro y América Latina no tiene mucho que ver. Un elemento que explica esta debacle es que la Formación Bruta de Capital Fijo (la inversión fija para fines productivos) pasó de un promedio del PIB de 16.5% entre 2013 y 2018 a un promedio de 7.4% entre 2019 y 2022: menos de la mitad. Notemos que en 2019-22 América Latina registró en este rubro un promedio de 13.6%. Como Perogrullo nos ilustra, si no se invierte no se crece.  Y el país vio sus inversiones productivas desplomarse en lo que va de este sexenio. Los números no dejan dudas a pesar de los malabarismos oficiales.

Sigamos. Desde hace décadas las Inversiones Extranjeras Directas son un componente esencial para crear riqueza, empleo y crecimiento. Bien, entre 2019 y 2022 México, que representa el 26% del PIB de América Latina, recibió apenas el 9% de las IED de toda la región. ¿Qué más se necesita para evidenciar la desconfianza internacional en la economía y en el actual gobierno nacional?  

Y finalmente un último dato relativo a los ingresos tributarios en proporción al PIB. En espera de una reforma tributaria tan anunciada como incumplida, en 2021 estos ingresos representaron el 13.6% del PIB, uno de los porcentajes más bajos del mundo. En América latina el dato promedio fue de 17.7%, en Brasil, 19.6%, en Chile, 20% y en Uruguay, 24.3%. A acompañar a México en el fondo de la escalera sólo están Ecuador, Guatemala y Paraguay. Nada de que enorgullecerse. El punto está claro: cuanto menos recauda un gobierno tanto menos podrá invertir (a menos de endeudarse) en servicios esenciales para la población como escuelas, investigación científica, salud y seguridad. He ahí porqué, además de una corrupción que sigue despilfarrando los pocos recursos públicos, estamos como estamos.  

Resumamos las principales causas de nuestra desdicha nacional: desconfianza de inversionistas (nacionales y extranjeros) que no invierten, programas presidenciales faraónicos que cuestan mucho y rinden poco (o nada), incapacidad estatal para enfrentar la inseguridad desbordante y anexa impunidad, reforma fiscal ausente. Y aunque eso no sea todo, es más que suficiente para que sigamos en la calle de la amargura. ¿Cómo asombrarse que con esta mezcla de desatinos, aspavientos ideológicos y un centralismo irresponsable el país retroceda en lugar que avanzar? Milagroso sería lo contrario.       

Que el 2023 nos traiga una pizca de sensatez para revertir este desastre nacional sin fin. Pero el realismo obliga a dudar que los deseos se cumplan. Y que la sensatez predomine sobre una irrefrenable voluntad de poder para descomponer la poca democracia, confianza y eficacia administrativa que comenzábamos a vislumbrar.    

Publicado en México